Estruendos
Instalación audible
2º Premio Bienal de Artes Plásticas y Visuales Bogotá 2012.
FGAA. Obra ganadora del premio. Bogotá, julio – agosto
2012.
ESTRUENDO
Presencia sonora que rememora los tiempos del ruido.
Los tiempos del ruido fue un evento ocurrido en Santa Fe en 1687, un domingo nueve de marzo a las diez de la noche, cuando un extraño y ensordecedor ruido se escuchó durante quince minutos causando pánico en los pobladores que a esa hora dormían tranquilamente.
Estruendo es una instalación exclusivamente audible que evoca este antiguo ruido con una serie de cuatro ruidos de mediana intensidad y una duración de un minuto y treinta segundos cada uno. Éstos, que son variaciones sobre el mismo tema, sonarán cada quince minutos, simultáneamente en el interior de la sala 2 (en la esquina sur occidental del segundo piso de la casa colonial de la fundación) y sobre el balcón de la entrada principal que da hacia la Calle de la Fatiga —calle décima—.
Estruendo es una pieza de arte sonoro* y un ejercicio de arqueología sonora en la que se reconstruye e instala plásticamente un fragmento de tiempo, una partícula sonora espacio temporal… un pedazo de paisaje.
Sobre los tiempos del ruido
La primera crónica de este extraordinario evento, ocurrido en 1687, fue escrita por el jesuita Pedro de Mercado en 1691; y hace parte de los documentos del Archivo Romanum Societatis Iesu NR et Quit, perteneciente al Archivo Histórico Juan Manuel Pacheco de la Universidad Javeriana.
En el reporte original, se lee el título:
“Un portentoso ruido escuchado en Santafé con el cual muchos despertaron para mejorar su vida”
Se describe el evento sonoro así:
“de repente se escuchó en la ciudad de Santa Fe y en las ciudades circunvecinas por muchas leguas un estruendo tan horrible y aterrador”
“un horroroso estrépito”.
“ellos (los pobladores) atormentaban sus oídos con el horrible estruendo”
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También aparecen descritas a lo largo del texto diversas reacciones emotivas, imaginativas, morales y religiosas de los pobladores y de la sociedad en general, como imaginarios de lo que la gente pensó fueron las causas de aquel ruido portentoso:
“a algunos parecía escuchar que la tierra bramaba”
“era la llanura la que bramaba”
“eran los montes los que crujían”
“a muchos, que los vientos chocaban violentamente entre si”
“en esa parte de la ciudad se había escuchado más el rugido y el estrépito”
“muchos aseguraban haber oído tambores que daban la señal de combate y el estruendo de las máquinas de guerra, los gritos de soldados que marchan con las banderas al aire”
“afirmaban haber escuchado el estrépito que hacen los soldados al sacar los sables para el combate”
“el estruendo que se había oído no era siempre igual y con toda razón puede afirmarse que era una desordenada mezcla de los elementos”
“muchos afirmaban que el éter se había resquebrajado a la manera del estruendo que producen las máquinas de guerra”
“aseguran que el ruido les parecía ser como el que producen las carretas por los empedrados, jaladas por caballos desbocados”
“el estruendo era como el que suelen producir descomunales troncos al ser arrastrados por las plazas de las calles pavimentadas con piedras desiguales”
“como un torrente que se desliza hacia abajo entre peñas, aumentado su caudal e impaciente de su cauce, se desparrama furioso por los campos y consigo arrastra árboles arrancados de los montes, que llenan el aire de estruendo y horrible fragor entre los precipicios y remolinos”
“pensaron que los montes, a causa de los minerales encendidos en sus entrañas, estallaban”
“el estrépito como si por leguas rodasen en las entrañas de la tierra máquinas de inimaginable peso”
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Además, a los sonidos propios del extraño fenómeno, se le sumaron los producidos por la reacción de la misma sociedad santafereña:
“el lúgubre ladrido de los perros, que sin descanso llenaban el aire”
“el triste repiqueteo de las campanas que se tocaban para apartar la desgracia”
“el aire se había transformado en palabras tan asquerosas, obscenas y provocadoras de lujuria, que apenas oídas, al punto se convenció de que por arte de los demonios el aire podía repetir cosas tan deshonestas”
“el templo rebosaba de gente que lloraba”
“se escucharon gritos suplicantes”
“se levantaron voces de contrición y de dolor”
La sociedad santafereña quedó tan consternada, que durante mucho tiempo cada nueve de marzo, se realizaba un acto público en muchas iglesias del centro, y particularmente en la iglesia de La Candelaria, ubicada en la esquina entre la calle de La Candelaria —calle once— y la calle de La Paz —carrera cuarta—. En esta conmemoración se descubría el Santísimo Sacramento durante toda la tarde hasta las diez de la noche, coincidiendo con la hora en la que había comenzado el gran ruido en esa noche santafereña, y que dio origen años después a la expresión tiempos del ruido con la cual los bogotanos nos referimos a las cosas o hechos ocurridos tiempo atrás.
“el recuerdo persiste en las profundidades de la memoria de modo que cada año, tanto en Santafé como en otras partes..., se expone el Sagrado Cuerpo de Cristo poco antes del ocaso y así se queda hasta aquel instante en que se percibió el estruendo”
Sobre el registro fonográfico
Sorprendentemente hace algunos años fueron encontrados fragmentos de la grabación fonográfica original de esta efemérides histórica, junto con una curiosa máquina y algunos manuscritos. Estos documentos pertenecieron a Don Francisco Chirinola y Calvo, quien en su época y latitud era un adelantado científico e inventor precoz. Don Paco, como se le conocía en Santafé, dentro de sus múltiples investigaciones había inventado un extraordinario aparato al que podríamos llamar hoy en día proto-fonógrafo. Él lo denominó “libro parlante“ y lo describió como “una caja que en su interior opera un sistema semejante al de los relojes, lleno de un sin fin de pequeños resortes y máquinas imperceptibles. Es ciertamente un libro, pero libro maravilloso, sin hojas ni letras; libro es, en fin, en el que, para comprender, los ojos son inútiles y no se necesitan más que orejas. Cuando quería registrar un ambiente sonoro, le daba cuerda con una gran cantidad de llaves de todas clases a esta máquina, colocaba luego la aguja sobre un disco mecánico de metal y los sonidos quedaban consignados en su interior. Luego, para escucharlos, colocaba de nuevo la aguja en el capítulo grabado que deseaba escuchar y al mismo tiempo salen de esta nuez, como la boca de hombre o instrumento musical, todos los sonidos distintos y diferentes registrados en ella“.
Este dispositivo, acompañado de otras grabaciones y un conjunto de documentos escritos, fue encontrado durante un proceso de restauración en la casa llamada de La Independencia, que se encuentra en el costado sur de la calle de La Fatiga —calle décima—, entre la calle de Santa Librada —carrera tercera— y la calle de La Patria —carrera cuarta—. Se trata de una antigua casa colonial, posiblemente construida en 1637, de dos pisos, originalmente con más de 38 habitaciones, varios balcones, cuatro patios. Hoy en día funciona allí Z’otz, museo sonoro, una especie de gabinete de soluciones sonoras imaginarias; un museo con un carácter único y particular, dedicado a coleccionar sonidos, artefactos, aparatos y eventos sonoros extraordinarios, muchos de ellos imposibles.
Para esta ocasión, este sonido histórico, gracias a la amabilidad del dueño del museo, será instalado en la sede del II Premio Bienal de Artes Plásticas y Visuales Bogotá 2012, en la casa de la actual Fundación Gilberto Alzate Avendaño, ubicada en la esquina nororiental de la misma calle de la Fatiga.